martes, 3 de febrero de 2009

Asociación libre

Una noticia del 2008 que paso inadvertida, porque se la tildó de "simpática, insólita o risueña", pero encierra una realidad que todos padecemos a diario en cualquier lugar de atención al público, más, si depende del Estado, o si es parte de un discurso oficial.
Dice la noticia:
"El gobernador del Distrito Federal de Brasil, José Roberto Arruda, ha ordenado a los empleados públicos regionales abolir el uso del gerundio, una medida que ha definido como un mensaje "simpático" contra la falta de eficiencia.
Al defender su decisión, Arruda ha dicho que ha perdido la paciencia con algunos miembros de su propio Gobierno que siempre están "haciendo", "consiguiendo", "estudiando', "enviando" o "preparando", pero nunca terminan sus trabajos o establecen metas para su finalización."
Para el pobre ciudadano, esta espera fuera de escala humana, de resultados que nunca vera a menos que exista la reencarnación, se vuelve casi mística.
La asociación libre del titulo viene a cuento de una clase de filosofía sobre Marx a cargo de José Pablo "lastima el primo" Feinmann.
Dice Feinmann:
Marx visualizaba a la religión como la imposibilidad de la conciencia crítica. De esta forma, la llamó “opio de los pueblos”. Un “gran relato”, por decirlo así, destinado a velarles a los oprimidos la ignominia de la opresión con la Promesa del Cielo. Una droga contra la insumisión.
El planteo era simple: para criticar revolucionariamente las ignominias de la Tierra, el hombre debía olvidar los consuelos que la religión ofrecía por medio del cielo. Este “cielo” de la Iglesia socorría los padecimientos humanos y los tornaba tolerables, condenando al hombre de la emancipación al quietismo, a la espera y la mansedumbre. Le robaba a la conciencia humana el pathos de la indignación” y la sumía en las brumas de la espera de la Promesa divina: habrá justicia, pero no en la Tierra.

O sea que entre el gerundeo político, y la espera de la justicia divina religiosa, para esta vida no hay solución.

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